☕️ capitulo 8: La lucha por el trono
La guerra entre los chibchas duró varios meses, y causó muchas muertes y destrucción. Los chibchas se dividieron en dos bandos: los que apoyaban a Michuá, y los que apoyaban a Sagipa. Los que apoyaban a Michuá eran los que habían sido engañados o comprados por él, y los que temían o envidiaban a Nemequene. Los que apoyaban a Sagipa eran los que habían sido seducidos o amenazados por él, y los que odiaban o despreciaban a Saguamanchica.
Ninguno de los dos bandos tenía la ventaja sobre el otro, y la guerra se volvió una lucha sin fin. Michuá y Sagipa se enfrentaron en varias batallas, pero ninguno logró derrotar al otro. Michuá contaba con el apoyo de los mercenarios, que eran guerreros feroces y despiadados. Sagipa contaba con el apoyo de los caciques rebeldes, que eran guerreros valientes y leales.
Pero ambos tenían un problema: el pueblo chibcha no los quería como zipas. El pueblo chibcha quería a Nemequene como zipa. El pueblo chibcha creía que Nemequene estaba vivo.
Y el pueblo chibcha tenía razón: Nemequene estaba vivo.
Nemequene había sobrevivido al ataque de los mercenarios, gracias a la intervención de Guecha. Guecha había visto el ataque desde el templo de la luna, y había corrido a socorrer a Nemequene. Ella había usado su magia para curar sus heridas, y para ocultarlo de sus enemigos. Ella había logrado llevarlo a un lugar seguro, donde lo había cuidado y protegido.
Nemequene se había recuperado lentamente, pero había quedado marcado por el ataque. Había perdido un ojo y una mano, y tenía cicatrices en todo el cuerpo. Había perdido su fuerza y su confianza, y tenía pesadillas constantes. Había perdido su trono y su pueblo, y tenía sed de venganza.
- No te rindas, Nemequene -le decía Guecha-. Tú eres el verdadero zipa. Tú eres el elegido por el sol.
- No lo soy, Guecha -le respondía Nemequene-. Soy un fracasado. Soy un muerto.
- No lo eres, Nemequene -le insistía Guecha-. Eres un héroe. Eres un vivo.
- No lo soy, Guecha -le repetía Nemequene-. Soy un ciego. Soy un manco.
- No lo eres, Nemequene -le animaba Guecha-. Eres un vidente. Eres un líder.
Guecha no se cansaba de alentar a Nemequene, y de recordarle su destino. Ella le contaba las noticias que llegaban de la guerra, y le mostraba el apoyo que tenía entre el pueblo chibcha. Ella le enseñaba las artes de la magia y la profecía, y le revelaba los secretos del hombre blanco. Ella le daba amor y consuelo, y le juraba fidelidad eterna.
Poco a poco, Nemequene fue recuperando su ánimo y su voluntad. Se dio cuenta de que Guecha tenía razón: él era el verdadero zipa, el elegido por el sol. Se dio cuenta de que tenía que volver a la lucha, y reclamar lo que era suyo. Se dio cuenta de que tenía que vengarse de Michuá y Sagipa, y liberar a su pueblo.
- Tienes razón, Guecha -le dijo Nemequene-. Soy el verdadero zipa. Soy el elegido por el sol.
- Lo sabía, Nemequene -le dijo Guecha-. Eres el verdadero zipa. Eres el elegido por el sol.
- Y voy a demostrarlo -dijo Nemequene-. Voy a volver a la guerra. Voy a reclamar mi trono.
- Y yo te acompañaré -dijo Guecha-. Voy a estar contigo. Voy a ser tu reina.
Los dos se abrazaron y se besaron, y se prepararon para partir. Tenían un plan para sorprender a sus enemigos, y para ganarse a sus aliados. Tenían una esperanza para derrotar al hombre blanco, y para encontrar el El Dorado. Tenían un sueño para restaurar la paz y la prosperidad de los chibchas, y para crear una nueva era.
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