☕️ Capitulo 5: La profecía
Después de la ceremonia, Nemequene fue proclamado como el próximo zipa, y recibió el apoyo y el reconocimiento de los demás caciques chibchas. Sin embargo, también se ganó el odio y la envidia de sus rivales, que no se resignaron a perder el trono. Sagipa y Michuá comenzaron a conspirar contra Nemequene, y buscaron aliados entre los otros pueblos chibchas. También intentaron sabotear sus planes y sus acciones, para debilitarlo y desacreditarlo. Nemequene tuvo que enfrentarse a varios ataques y traiciones, que pusieron en riesgo su vida y su liderazgo.
Pero Nemequene no estaba solo. Contaba con el apoyo de su familia, de sus amigos y de su amada Guecha. Guecha era una sacerdotisa de la luna, que había renunciado a su voto de castidad para estar con Nemequene. Ella le daba amor y consuelo, y también le revelaba los secretos de la magia y la profecía. Ella le ayudaba a interpretar sus sueños, que cada vez eran más frecuentes e inquietantes.
En uno de sus sueños, Nemequene volvió a ver al hombre blanco con barba y armadura, que le había ofrecido la espada de oro. Pero esta vez, el hombre blanco no estaba solo. Estaba acompañado por otros hombres blancos, que también llevaban armas de fuego, caballos y perros. Los hombres blancos llegaban en unos grandes barcos, que navegaban por el mar. Los hombres blancos desembarcaban en la costa, y se dirigían hacia el interior del territorio chibcha. Los hombres blancos se encontraban con los chibchas, y les hablaban con palabras dulces y falsas. Los hombres blancos les ofrecían regalos y promesas, pero también les exigían oro y obediencia. Los hombres blancos se hacían amigos de algunos chibchas, pero también se hacían enemigos de otros. Los hombres blancos iniciaban una guerra contra los chibchas, una guerra cruel y despiadada.
Nemequene se despertó asustado y confundido. No sabía qué significaba ese sueño, ni qué debía hacer al respecto. Le contó su sueño a Guecha, que lo escuchó con atención y preocupación.
- Este sueño es una advertencia -le dijo Guecha-. El hombre blanco es tu destino, pero también es tu amenaza. Él viene a traerte la luz de Dios, pero también viene a traerte la muerte y la esclavitud. Él viene a buscar el oro de El Dorado, pero también viene a robar el oro de tu pueblo.
- ¿Qué es Dios? ¿Qué es El Dorado? -preguntó Nemequene.
- Dios es el nombre que le dan los hombres blancos a su dios único y supremo -le explicó Guecha-. Ellos creen que él es el creador de todo lo que existe, y que solo él merece ser adorado. Ellos rechazan a los demás dioses, y quieren imponer su fe a los demás pueblos.
- ¿Y El Dorado? -insistió Nemequene.
- El Dorado es el nombre que le dan los hombres blancos a una ciudad de oro que dicen que existe en algún lugar de nuestra tierra -le dijo Guecha-. Ellos creen que esa ciudad es la fuente de toda la riqueza y el poder, y que quien la encuentre será el dueño del mundo. Ellos están obsesionados con encontrarla, y no se detendrán ante nada para lograrlo.
- ¿Y qué debemos hacer nosotros? -preguntó Nemequene.
- Debemos estar preparados -le respondió Guecha-. Debemos estar alertas y unidos. Debemos defender nuestra tierra y nuestra cultura. Debemos resistir al hombre blanco y a sus aliados.
- ¿Y cómo podemos hacer eso? -preguntó Nemequene.
- Eso lo sabrás a su tiempo -le dijo Guecha-. Pero ahora, debes concentrarte en tu tarea como zipa. Debes gobernar con justicia y sabiduría. Debes proteger a tu pueblo y a tus aliados. Debes ser fiel al sol y a la luna.
Nemequene asintió con respeto y determinación. Sabía que Guecha tenía razón: debía concentrarse en su tarea como zipa. Pero también sabía que el hombre blanco era su destino, y que pronto tendría que enfrentarse a él.
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