☕️ capítulo 5: El consejo supremo

Nemequene había creado el consejo supremo para resolver los casos más graves o difíciles que se presentaban en el zipazgo. El consejo supremo era el órgano encargado de revisar las sentencias dictadas por los caciques, y de emitir una decisión definitiva e inapelable. El consejo supremo también tenía la función de supervisar el cumplimiento de las leyes en todo el zipazgo, y de informar al zipa sobre cualquier irregularidad o desobediencia.

El consejo supremo estaba formado por siete caciques principales, que eran elegidos por el zipa entre los más leales y sabios. El presidente del consejo supremo era el cacique de Suba, que era el amigo y consejero de Nemequene. Los otros seis miembros eran:

- El cacique de Chía, que era el cuñado y aliado de Nemequene.
- El cacique de Funza, que era el vasallo y general de Nemequene.
- El cacique de Suesca, que era el primo y confidente de Nemequene.
- El cacique de Tena, que era el sobrino y protegido de Nemequene.
- El cacique de Tibacuy, que era el hermano y rival de Nemequene.
- El cacique de Fusagasugá, que era el vecino y enemigo de Nemequene.

Estos caciques habían sido escogidos por el zipa por sus méritos y sus servicios, pero también por sus intereses y sus lealtades. El zipa quería tener un consejo equilibrado y representativo, que reflejara la diversidad y la complejidad del zipazgo. El zipa también quería tener un consejo controlado y vigilado, que no se atreviera a contradecirlo o a traicionarlo.

El consejo supremo se reunía cada semana en el templo del sol, donde recibía las solicitudes y las quejas de los súbditos. Allí escuchaba los argumentos y las pruebas de las partes, y deliberaba sobre los casos. Luego, emitía su veredicto, que era anunciado por el cacique de Suba.

El consejo supremo tenía que seguir las leyes del código de Nemequene, pero también tenía cierta libertad para interpretarlas o aplicarlas según su criterio. El consejo supremo podía confirmar, modificar o anular las sentencias dictadas por los caciques, según su justicia o conveniencia. El consejo supremo podía imponer castigos más severos o más benignos a los infractores, según su gravedad o circunstancia.

El consejo supremo era respetado y temido por todos, pues sus decisiones eran inapelables y se ejecutaban sin demora. El consejo supremo era la última instancia de justicia en el zipazgo, y la máxima expresión del poder del zipa.

Sin embargo, el consejo supremo no era infalible ni incorruptible. Los miembros del consejo supremo tenían sus propias opiniones y preferencias, sus propios intereses y ambiciones, sus propios amigos y enemigos. Los miembros del consejo supremo podían ser influenciados o manipulados por otros sectores o actores, como los jeques, los comerciantes, los guerreros o los conspiradores.

Así, cada caso que se presentaba al consejo supremo era una oportunidad para negociar o pactar, para favorecer o perjudicar, para ganar o perder. Cada caso que se resolvía en el consejo supremo tenía consecuencias e implicaciones para el zipazgo, para el zipa y para los caciques.

Algunos ejemplos eran:

- Un hombre había sido condenado a muerte por el cacique de Guasca por matar a su vecino por una disputa sobre unas tierras. El hombre apeló al consejo supremo, alegando que había actuado en legítima defensa, pues su vecino lo había atacado primero con una lanza. El hombre presentó como prueba una herida en su brazo izquierdo. El consejo supremo revisó el caso y decidió anular la sentencia del cacique de Guasca. El consejo supremo consideró que el hombre había actuado en legítima defensa, y que la pena de muerte era demasiado severa para el delito. El consejo supremo condenó al hombre a pagar una multa al cacique de Guasca y a entregar la mitad de sus tierras al pariente más cercano de la víctima. El cacique de Guasca se sintió ofendido y humillado por el consejo supremo, y pensó que el hombre había sobornado o chantajeado a alguno de sus miembros. El cacique de Guasca juró venganza contra el hombre.
- Una mujer había sido violada por un hombre casado en Tocancipá. El cacique de Tocancipá había permitido a dos hombres solteros dormir con la esposa del violador, como castigo por su delito. La mujer apeló al consejo supremo, pidiendo que el violador fuera condenado a muerte, como lo establecía el código de Nemequene. La mujer presentó como prueba su testimonio y el de varios testigos que habían presenciado el hecho. El consejo supremo revisó el caso y decidió confirmar la sentencia del cacique de Tocancipá. El consejo supremo consideró que el violador ya había sido castigado suficientemente, y que la pena de muerte era demasiado cruel para el delito. El consejo supremo argumentó que el código de Nemequene solo aplicaba la pena de muerte para los hombres solteros que violaban a una mujer, y no para los hombres casados. La mujer se sintió indignada e injusticiada por el consejo supremo, y pensó que el violador tenía algún parentesco o amistad con alguno de sus miembros. La mujer juró venganza contra el violador.
- Un jeque había sido acusado de practicar la hechicería y la magia negra en Cota. El cacique de Cota había ordenado quemarlo vivo en una hoguera, como castigo por su delito. El jeque apeló al consejo supremo, negando las acusaciones y reclamando su inocencia. El jeque presentó como prueba su condición de sacerdote y su conocimiento de los dioses y los espíritus. El consejo supremo revisó el caso y decidió modificar la sentencia del cacique de Cota. El consejo supremo consideró que el jeque no había practicado la hechicería ni la magia negra, sino que había realizado rituales y ofrendas para comunicarse con los dioses y los espíritus. El consejo supremo argumentó que el código de Nemequene no prohibía estas prácticas, sino que las permitía bajo ciertas condiciones y restricciones. El consejo supremo condenó al jeque a pagar una multa al cacique de Cota y a despojarse de sus vestiduras sagradas por un año. El cacique de Cota se sintió desafiado e ignorado por el consejo supremo, y pensó que el jeque tenía algún apoyo o influencia entre alguno de sus miembros. El cacique de Cota juró venganza contra el jeque y contra el consejo supremo.

Estos eran solo algunos de los casos que se resolvían cada semana en el consejo supremo. Cada caso era una fuente de conflicto o de acuerdo, de tensión o de armonía, de lealtad o de traición. Cada caso era un reflejo del zipazgo, del zipa y de los caciques.




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