☕️ Capítulo 4: Socotra

Anbraha decidio de dejar el reino de Meroe  y navegar  con Zosimos y Nefertiti volviendo  al mar Rojo y continuaron su viaje hacia el sur. Su destino era la isla de Socotra, un lugar exótico y mágico, donde crecían plantas medicinales y aromáticas, y donde se escuchaban mitos y leyendas  sobre criaturas fantásticas como dragones y sirenas.

Zosimos se sentía emocionado e impaciente por ver la isla de Socotra. Había leído sobre ella en los libros de geografía y de historia natural. Había oído sobre ella en las historias de los viajeros y de los comerciantes. Había soñado con ella desde que era niño.

Nefertiti se sentía emocionada e impaciente por ver la isla de Socotra. Ella había conocido a algunos socotranos en Egipto, cuando era esclava. Ellos le habían contado sobre su isla, su cultura y su lengua. Ellos le habían enseñado algunas palabras y algunas canciones.

Abraha se sentía emocionado e impaciente por ver la isla de Socotra. Él tenía un interés especial en esa isla, pero no lo había revelado a los demás. Él tenía un motivo oculto para visitar esa isla, pero no lo había compartido con nadie.

Los tres se acercaron a la isla de Socotra y la vieron por primera vez. Era una isla grande y verde, rodeada de arrecifes de coral y de playas de arena blanca. Era una isla montañosa y boscosa, salpicada de cuevas y de cascadas. Era una isla hermosa y misteriosa, llena de vida y de encanto.

Zosimos quedó maravillado al ver la isla de Socotra. Nunca había visto una isla tan diferente y tan sorprendente. Nunca había visto una isla tan fascinante y tan atractiva.

Nefertiti quedó maravillada al ver la isla de Socotra. Ella había visto muchas islas en su vida, pero ninguna como esa. Ella había visto muchas islas hermosas, pero ninguna tan mágica.

Abraha quedó maravillado al ver la isla de Socotra. Él había estado en esa isla antes, pero hacía mucho tiempo. Él había estado en esa isla por una razón, pero no la había cumplido.

Los tres entraron en la isla de Socotra y fueron recibidos por los habitantes. Los socotranos eran un pueblo antiguo y aislado, descendiente de los antiguos navegantes del sur de Arabia y del este de África. Los socotranos eran un pueblo pacífico y hospitalario, que vivían en armonía con la naturaleza y con sus tradiciones. Los socotranos eran un pueblo singular y orgulloso, que hablaban una lengua propia y que tenían una identidad propia.


Zosimos, Abraha y Nefertiti pasaron varios días en la isla de Socotra, explorando sus maravillas naturales y culturales. La isla les ofrecía un espectáculo único y fascinante, que los cautivaba y los sorprendía.

La isla tenía una flora y una fauna endémicas, que no se encontraban en ningún otro lugar del mundo. Había árboles de sangre de dragón, que exudaban una resina roja y medicinal; árboles de incienso, que desprendían un aroma dulce y sagrado; árboles de botella, que almacenaban agua en sus troncos hinchados; árboles de pepino, que tenían frutos comestibles y espinosos. Había aves de colores, como el estornino de Socotra, el ibis sagrado y el búho de Socotra; reptiles de formas extrañas, como el dragón de Socotra, la cobra de Socotra y la tortuga gigante; mamíferos de aspecto curioso, como el murciélago de Socotra, el zorro de Socotra y el gato salvaje; peces e invertebrados marinos, como el pez loro, el pez globo y el coral.

La isla tenía una historia y una cultura milenarias, que se habían conservado a pesar del aislamiento y la influencia externa. Había restos arqueológicos, como las ruinas de Tamrida, la antigua capital del reino de Socotra; las inscripciones en roca, que mostraban escrituras antiguas como el sabaico, el etiópico y el griego; las tumbas megalíticas, que contenían objetos funerarios como vasijas, joyas y armas. Había manifestaciones artísticas, como la música, la danza y la poesía, que expresaban la identidad y la espiritualidad de los socotranos; la artesanía, como la cestería, la alfarería y la carpintería, que reflejaban la habilidad y la creatividad de los socotranos; la gastronomía, como el pan ácimo, el queso de cabra y el café con cardamomo, que revelaban el gusto y la tradición de los socotranos.

Zosimos se dedicó a estudiar y a documentar todo lo que veía y aprendía en la isla. Tomó notas, dibujó mapas, hizo bocetos, recolectó muestras. Quería ampliar su conocimiento y su cultura. Quería dejar un testimonio y un legado.

Nefertiti se dedicó a disfrutar y a compartir todo lo que sentía y vivía en la isla. Cantó canciones, bailó danzas, recitó poemas. Quería expresar su alegría y su gratitud. Quería comunicarse con los socotranos.

Abraha se dedicó a buscar y a negociar todo lo que podía obtener y vender en la isla. Compró resinas, especias, conchas. Vendió telas, metales, cuentas. Quería aumentar su riqueza y su poder. Quería aprovecharse de los socotranos.

Los tres se alojaron en una casa de huéspedes que les habían preparado los socotranos. Era una casa modesta pero acogedora, hecha de piedra y madera, cubierta de hojas de palma. Tenía una sala común, donde había una mesa, unas sillas, unos cojines y unas alfombras. 


Los socotranos los saludaron con amabilidad y curiosidad. Les ofrecieron frutas, flores y leche de camello. Les preguntaron sobre su origen, su destino y su propósito. Les mostraron su aldea, su escuela y su templo.

Zosimos se sintió a gusto y agradecido con los socotranos. Le gustaba su hospitalidad y su sencillez. Le gustaba su cultura y su lengua. Le gustaba su forma de vida.

Nefertiti se sintió a gusto y agradecida con los socotranos. Ella se entendía bien con ellos, pues hablaba algo de su lengua y conocía algo de su cultura. Ella se sentía cercana a ellos, pues compartía con ellos su origen africano y su fe monoteísta.

Abraha se sintió a gusto y agradecido con los socotranos. Él tenía una buena relación con ellos, pues había comerciado con ellos en el pasado y había hecho negocios con ellos en el presente. Él tenía un interés en ellos, pues sabía que poseían un tesoro que él deseaba.

Zosimos compartió una habitación con Nefertiti. Abraha ocupó otra habitación solo. La tercera habitación quedó vacía.

- ¿Qué te parece la isla de Socotra? -le preguntó Zosimos a Nefertiti mientras se acostaban en la cama.

- Me parece un lugar maravilloso -le respondió Nefertiti con una sonrisa-. Me gusta todo lo que he visto y lo que he aprendido.

- A mí también me gusta -dijo Zosimos con otra sonrisa-. Es un lugar diferente a todo lo que he conocido.

- ¿Y qué te parece Abraha? -le preguntó Nefertiti con cierta preocupación.

- Me parece un hombre misterioso -dijo Zosimos con cierta inquietud-. No sé qué piensa ni qué quiere.

- Yo tampoco lo sé -dijo Nefertiti con cierto temor-. No sé si podemos confiar en él.

- Yo confío en él -dijo Zosimos con cierta duda-. Es nuestro socio y nuestro amigo.

- Sí, es nuestro socio y nuestro amigo -repitió Nefertiti con cierta esperanza-. Pero también es el rey de Meroe.

Los dos se quedaron en silencio, pensando en lo que acababa de pasar en Meroe. Recordaron cómo Abraha les había revelado su verdadera identidad y cómo la reina Amanirenas lo había reconocido como su sobrino y sucesor. Recordaron cómo Abraha les había pedido que lo acompañaran a Meroe y cómo la reina Amanirenas los había invitado a quedarse en su palacio. Recordaron cómo Abraha les había dicho que solo era una visita de cortesía y que pronto continuarían su viaje. Recordaron cómo la reina Amanirenas les había dicho que esperaba que volvieran pronto y que se quedaran para siempre.

Los dos se miraron a los ojos y se abrazaron con fuerza. Se dijeron que se querían y que se apoyaban. Se dijeron que no importaba lo que pasara, siempre estarían juntos.

Los dos se besaron con pasión y se entregaron al amor. Se olvidaron del mundo y solo se sintieron el uno al otro.

Abraha estaba solo en su habitación, pensando en sus planes. Repasó mentalmente todo lo que había hecho y todo lo que iba a hacer. Repasó mentalmente todo lo que sabía y todo lo que ignoraba. Repasó mentalmente todo lo que tenía y todo lo que quería.

Abraha recordó cómo había sobrevivido al naufragio de su barco cuando era niño y cómo había sido rescatado por unos comerciantes griegos. Recordó cómo había aprendido a navegar y a comerciar con ellos y cómo había viajado por el mar Rojo y el océano Índico. Recordó cómo había descubierto su origen real y cómo había decidido reclamar su trono.

Abraha recordó cómo había conocido a Zosimos en Aksum y cómo lo había convencido para que fuera su socio. Recordó cómo había comprado a Nefertiti en Adulis y cómo la había usado como guía e intérprete. Recordó cómo había llegado a Meroe y cómo había revelado su identidad a la reina Amanirenas.

Abraha recordó cómo había obtenido el reconocimiento y el apoyo de la reina Amanirenas y cómo había asegurado su sucesión al trono de Meroe. Recordó cómo había obtenido el respeto y la admiración de los habitantes de Meroe y cómo había consolidado su poder en el reino.

Abraha se levantó de su cama y salió de su habitación. Fue a buscar a Zosimos y a Nefertiti. Los despertó con una voz autoritaria.

- Vamos, Zosimos, Nefertiti -les dijo con impaciencia-. No tenemos tiempo que perder. Tenemos que seguir nuestro viaje.

- ¿Nuestro viaje? -preguntaron Zosimos y Nefertiti con confusión.

- Sí, nuestro viaje -repitió Abraha con firmeza-. No os olvidéis de que somos socios y de que tenemos un acuerdo. No os olvidéis de que vamos a navegar por el océano Índico, hasta llegar a las islas del sur, donde se dice que hay un paraíso terrenal. No os olvidéis de que vamos a buscar conocimiento y riqueza.

- No, no nos olvidamos -dijeron Zosimos y Nefertiti con resignación.

- Pues entonces, vamos -dijo Abraha con urgencia.

Los tres salieron de la casa de huéspedes y se dirigieron al barco de Abraha, donde los esperaba la tripulación. Subieron a bordo y se prepararon para zarpar. El barco se desprendió del muelle y se alejó de la isla. El barco dejó atrás Socotra y se adentró en el océano Índico.

Zosimos miró el horizonte con expectación y nerviosismo. No sabía qué le depararía el futuro. No sabía si su sueño se haría realidad o se convertiría en una pesadilla.

Nefertiti miró el horizonte con devoción y confianza. No le importaba el futuro. Solo le importaba el presente. Solo le importaba estar con Zosimos.

Abraha miró el horizonte con ambición y determinación.

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