☕️ Capítulo 3: Meroe

Después de zarpar de Adulis, Zosimos, Abraha y Nefertiti navegaron por el mar Rojo durante varios días, disfrutando del paisaje y del clima. El mar era azul y tranquilo, el cielo era claro y soleado, el viento era suave y fresco. El barco se deslizaba por el agua con facilidad y rapidez.

Zosimos se sentía feliz y afortunado. Estaba viviendo la aventura que siempre había soñado. Estaba viajando por el mundo y conociendo otras culturas. Estaba aprendiendo cosas nuevas y haciendo amigos. Estaba enamorado de Nefertiti y ella de él.

Nefertiti se sentía feliz y agradecida. Estaba viviendo la libertad que nunca había conocido. Estaba escapando de la esclavitud y de la miseria. Estaba recuperando su dignidad y su esperanza. Estaba enamorada de Zosimos y él de ella.

Abraha se sentía feliz y orgulloso. Estaba viviendo la ambición que siempre había tenido. Estaba explorando el mar y buscando la riqueza. Estaba demostrando su habilidad y su valor. Estaba cumpliendo su plan y su destino.

Los tres se llevaban bien y se respetaban mutuamente. Se ayudaban en las tareas del barco, se contaban historias del pasado, se enseñaban lenguas y costumbres, se hacían bromas y confidencias. Se consideraban socios y amigos.

La tripulación también los trataba bien y los aceptaba como parte del grupo. Les daban la bienvenida en sus camarotes, les compartían sus comidas, les invitaban a sus juegos, les protegían de los peligros, les celebraban sus éxitos. Les trataban como a iguales.

Todo iba bien en el viaje, hasta que un día llegaron a un lugar donde el mar se estrechaba y se dividía en dos brazos: uno que seguía hacia el norte, hacia Egipto, y otro que giraba hacia el sur, hacia Nubia.

- ¿Qué camino tomamos? -preguntó Zosimos con curiosidad.

- Tomamos el camino del sur -respondió Abraha con seguridad-. Vamos a entrar en el río Nilo, el río más largo y más sagrado del mundo.

- ¿El río Nilo? -preguntó Zosimos con asombro.

- Sí, el río Nilo -confirmó Abraha con admiración-. El río que nace en las montañas de África central, que atraviesa varios países y climas, que fertiliza las tierras con sus inundaciones, que alberga una gran variedad de vida animal y vegetal, que ha sido testigo de grandes civilizaciones e imperios, que ha inspirado mitos y leyendas... El río que nos llevará hasta Meroe.

- ¿Meroe? -preguntó Zosimos con interés.

- Sí, Meroe -dijo Abraha con emoción-. La capital del reino de Kush, una antigua civilización nubia que conserva las tradiciones faraónicas. La ciudad donde vive la reina Amanirenas, una mujer valiente y sabia que nos recibirá con honores. La ciudad donde descubrirás un secreto sobre mi origen, un secreto que cambiará tu vida para siempre.

Zosimos se quedó intrigado y ansioso por saber más. Quería ver el río Nilo y la ciudad de Meroe. Quería conocer a la reina Amanirenas y el secreto de Abraha.

Nefertiti también se quedó intrigada y ansiosa por saber más. Ella conocía el río Nilo y la ciudad de Meroe por las historias que le habían contado sus padres antes de ser vendida como esclava. Ella quería volver a ver su tierra natal y su cultura ancestral.

Abraha sonrió con satisfacción al ver la reacción de sus compañeros. Él sabía lo que les esperaba en el río Nilo y la ciudad de Meroe. Él sabía lo que tenía que hacer para cumplir su objetivo.

- Vamos, Zosimos, Nefertiti -dijo Abraha con impaciencia-. No tenemos tiempo que perder. Tenemos que seguir nuestro viaje.

- Vamos, Abraha -dijeron Zosimos y Nefertiti con ilusión.

Los tres se dirigieron al timón del barco y lo giraron hacia el sur. El barco entró en el brazo del río Nilo y se alejó del mar. El barco dejó atrás el mar Rojo y se adentró en Nubia.

Zosimos miró el horizonte con expectación y nerviosismo. No sabía qué le depararía el futuro. No sabía si su sueño se haría realidad o se convertiría en una pesadilla.

Nefertiti miró el horizonte con devoción y confianza. No le importaba el futuro. Solo le importaba el presente. Solo le importaba estar con Zosimos.

Abraha miró el horizonte con ambición y determinación. Tenía un secreto para ellos.

***
Meroe llegada

Después de navegar por el río Nilo durante varios días, Zosimos, Abraha y Nefertiti llegaron al reino de Meroe, una antigua civilización nubia que conservaba las tradiciones faraónicas. El reino de Meroe se extendía a lo largo del Nilo, desde la primera catarata hasta la sexta, y abarcaba una gran diversidad de paisajes: desiertos, montañas, sabanas, bosques... El reino de Meroe era famoso por su riqueza y su cultura, basadas en el comercio y la agricultura, la metalurgia y la escritura, la religión y el arte.

Zosimos quedó maravillado al ver el reino de Meroe. Nunca había visto una tierra tan grande y tan variada. Nunca había visto una tierra tan próspera y tan refinada.

Nefertiti quedó emocionada al ver el reino de Meroe. Ella había nacido en esa tierra, pero la había abandonado cuando era niña. Ella había añorado esa tierra, pero la había olvidado con el tiempo.

Abraha quedó satisfecho al ver el reino de Meroe. Él tenía un vínculo especial con esa tierra, pero lo había ocultado a los demás. Él tenía un propósito en esa tierra, pero lo había guardado para sí mismo.

Los tres se dirigieron a la capital del reino, la ciudad de Meroe, donde los esperaba la reina Amanirenas. La ciudad de Meroe estaba situada en una isla formada por el Nilo y sus afluentes. La ciudad de Meroe era el centro político, económico y religioso del reino. La ciudad de Meroe era una ciudad impresionante y majestuosa².

Zosimos se sintió impresionado y admirado al ver la ciudad de Meroe. Nunca había visto una ciudad tan grande y tan bella. Nunca había visto una ciudad tan poderosa y tan sagrada.

Nefertiti se sintió impresionada y orgullosa al ver la ciudad de Meroe. Ella había vivido en esa ciudad, pero la había dejado cuando era esclava. Ella había amado esa ciudad, pero la había renegado con el dolor.

Abraha se sintió impresionado y nervioso al ver la ciudad de Meroe. Él tenía un pasado en esa ciudad, pero lo había borrado de su memoria. Él tenía un futuro en esa ciudad, pero lo tenía que revelar a los demás.

Los tres entraron en la ciudad de Meroe y fueron recibidos por la reina Amanirenas. La reina Amanirenas era una mujer anciana, pero vigorosa. Tenía el cabello blanco y trenzado, adornado con joyas. Tenía los ojos negros y penetrantes, llenos de sabiduría. Tenía la nariz aguileña y los labios gruesos, expresivos de autoridad. Tenía la piel oscura y arrugada, marcada por el tiempo. Tenía el cuerpo robusto y fuerte, vestido con una túnica blanca y una capa púrpura. Era la soberana del reino de Meroe desde hacía más de treinta años. Era una gobernante justa y valiente que había defendido su reino contra los invasores romanos. Era una sacerdotisa devota y respetada que había mantenido el culto a los dioses antiguos. Era una mujer admirada y temida por todos.

La reina Amanirenas los saludó con cordialidad y dignidad.

- Bienvenidos a Meroe, viajeros -les dijo con una voz grave y potente-. Soy Amanirenas, hija de Amanishakheto, nieta de Amanirenas I, bisnieta de Shanakdakhete, tataranieta de Natakamani... Soy la reina del reino de Kush, señora del río Nilo, hija del dios Amón.

- Gracias por recibirnos, majestad -dijo Abraha con una reverencia-. Soy Abraha, hijo de... -se detuvo un momento y miró a Zosimos y a Nefertiti con una mirada significativa-. Soy Abraha, hijo de Ergamenes, nieto de Arkamani, bisnieto de Nastasen, tataranieto de Aspelta... Soy el príncipe perdido del reino de Kush, heredero del trono de Meroe, hijo del dios Amón.

Zosimos y Nefertiti se quedaron boquiabiertos al oír la revelación de Abraha. No podían creer lo que acababan de escuchar. No podían entender lo que acababa de pasar.

La reina Amanirenas los miró con sorpresa y emoción. Ella sí podía creer lo que acababa de escuchar. Ella sí podía entender lo que acababa de pasar.

- ¿Es cierto lo que dices, Abraha? -preguntó la reina con una voz temblorosa-. ¿Eres tú el hijo de Ergamenes, el rey que desapareció hace veinte años en una expedición al sur? ¿Eres tú el nieto de Arkamani, mi hermano mayor que murió sin descendencia? ¿Eres tú el heredero del trono de Meroe, el príncipe que todos creíamos muerto?

- Sí, es cierto, majestad -respondió Abraha con una voz firme-. Soy yo el hijo de Ergamenes, el rey que sobrevivió al naufragio de su barco y fue rescatado por unos comerciantes griegos. Soy yo el nieto de Arkamani, tu hermano mayor que me confió su anillo real antes de morir. Soy yo el heredero del trono de Meroe, el príncipe que he regresado para reclamar mi derecho.

Abraha sacó de su bolsa un anillo de oro con el sello real de Meroe y se lo mostró a la reina. La reina reconoció el anillo y lo tomó con sus manos. Lo besó con devoción y lo puso en su dedo.

- Es el anillo de mi padre, el rey Natakamani -dijo la reina con lágrimas en los ojos-. Es el anillo que le dio a mi hermano, el rey Arkamani. Es el anillo que te da a ti, el rey Abraha.

La reina se levantó de su trono y abrazó a Abraha con efusión.

- ¡Bienvenido a casa, sobrino! -exclamó la reina con alegría-. ¡Bienvenido a casa, rey!

Zosimos y Nefertiti se miraron con asombro y confusión. No sabían qué hacer ni qué decir. No sabían cómo iba a afectarles ese cambio.

Abraha se dejó abrazar por la reina con satisfacción y triunfo. Él sabía lo que había hecho y lo que iba a hacer. Él sabía cómo iba a beneficiarse de ese cambio.




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