☕️ capítulo 3: La aplicación del código
Nemequene había promulgado su código de leyes, pero eso no significaba que todos lo cumplieran. El zipa sabía que había muchos infractores y delincuentes en el zipazgo, que violaban las normas y causaban problemas. Por eso había designado a los caciques como los encargados de hacer cumplir las leyes en sus respectivas provincias o pueblos. Los caciques tenían la autoridad para juzgar y castigar a los infractores, siguiendo las normas establecidas por Nemequene. Los castigos iban desde multas, azotes, mutilaciones, destierro y hasta la muerte, dependiendo de la gravedad del delito. Los caciques debían informar al zipa sobre cualquier caso relevante o conflictivo que se presentara en su jurisdicción.
Así, cada día se celebraban juicios y se ejecutaban sentencias en todo el zipazgo. Algunos ejemplos eran:
- En Guasca, el cacique condenó a muerte a un hombre que había matado a su vecino por una disputa sobre unas tierras. El homicida fue atado a un poste y apedreado por la multitud, hasta que expiró.
- En Tocancipá, el cacique permitió a dos hombres solteros dormir con la esposa de un hombre casado que había violado a una mujer. El violador tuvo que presenciar la escena desde una jaula, mientras sufría los insultos y las burlas de los espectadores.
- En Sopó, el cacique cortó una mano a un ladrón que había robado unas joyas de oro a una noble. El ladrón fue luego expulsado del pueblo, con la mano amputada colgando de su cuello.
- En Cota, el cacique arrancó la lengua a un mentiroso que había calumniado al zipa, diciendo que era un usurpador y un tirano. El calumniador fue luego exhibido por las calles, con la lengua sangrante en la boca.
- En Facatativá, el cacique quemó vivo en una hoguera a un hechicero que había practicado la magia negra para causar enfermedades y desgracias a sus enemigos. El hechicero gritó y se retorció entre las llamas, mientras los jeques cantaban y danzaban alrededor del fuego.
Estos eran solo algunos de los casos que se resolvían cada día en el zipazgo. La mayoría de los súbditos acataban las leyes y aceptaban los castigos, pues creían que eran justos y necesarios. Sin embargo, también había algunos que se resistían o se rebelaban contra el código de Nemequene, y que buscaban formas de escapar o de vengarse.
Algunos huían a las montañas o a las selvas, donde se escondían o se unían a otros fugitivos o bandidos. Otros recurrían al soborno o al chantaje, para comprar el silencio o la complicidad de los caciques o de los testigos. Otros apelaban al consejo supremo, esperando obtener una revisión o una anulación de su sentencia.
El consejo supremo era el órgano encargado de resolver los casos más graves o difíciles que se presentaban en el zipazgo. El consejo supremo estaba formado por siete caciques principales, que eran elegidos por el zipa entre los más leales y sabios. El presidente del consejo supremo era el cacique de Suba, que era el amigo y consejero de Nemequene.
El consejo supremo tenía la potestad de revisar las sentencias dictadas por los caciques, y de emitir una decisión definitiva e inapelable. El consejo supremo también tenía la función de supervisar el cumplimiento de las leyes en todo el zipazgo, y de informar al zipa sobre cualquier irregularidad o desobediencia.
El consejo supremo se reunía cada semana en el templo del sol, donde recibía las solicitudes y las quejas de los súbditos. Allí escuchaba los argumentos y las pruebas de las partes, y deliberaba sobre los casos. Luego, emitía su veredicto, que era anunciado por el cacique de Suba.
El consejo supremo era respetado y temido por todos, pues sus decisiones eran inapelables y se ejecutaban sin demora. El consejo supremo era la última instancia de justicia en el zipazgo, y la máxima expresión del poder del zipa.
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