☕️ Capitulo 3: El duelo a muerte


Nemequene asedió la fortaleza de Zipaquirá durante varios días, sin darles tregua ni descanso a los rebeldes. Los atacó con flechas, piedras y lanzas desde la distancia. Los atacó con macanas, hachas y cuchillos desde cerca. Los atacó con fuego, agua y tierra desde todos los lados. Los atacó con su ingenio, su coraje y su voluntad desde su corazón. No les dio ninguna oportunidad de escapar o de resistir. Los sometió a una presión constante y creciente, que los fue agotando y desmoralizando.

Los rebeldes se defendieron como pudieron, pero fue en vano. No tenían suficientes armas ni alimentos ni agua ni medicinas. No tenían suficiente espacio ni aire ni luz ni silencio. No tenían suficiente esperanza ni fe ni valor ni honor. Estaban condenados a morir o a rendirse.

El cacique rebelde Zipaquirachica se dio cuenta de que todo estaba perdido. Vio que sus aliados de Guatavita y Ubaté no venían en su ayuda. Vio que el zaque de Tunja no atacaba al zipa por la espalda. Vio que sus hombres lo abandonaban o lo traicionaban. Vio que su fortaleza se derrumbaba y que su vida se acababa.

Zipaquirachica decidió morir con dignidad y con orgullo. No quiso rendirse ni pedir clemencia al zipa. No quiso ser capturado ni ejecutado por el zipa. No quiso ser humillado ni olvidado por el zipa. Quiso ser recordado como un héroe y un mártir por el zipa.

Zipaquirachica se armó con su mejor manta, su mejor collar, su mejor macana y su mejor lanza. Se dirigió hacia la puerta principal de la fortaleza, donde estaba el zipa con su ejército. Se abrió paso entre los cadáveres y los escombros, sin importarle las heridas ni el dolor. Llegó hasta la puerta y la abrió de golpe, sorprendiendo a los güechas que la custodiaban. Salió al campo de batalla y se enfrentó al zipa.

Nemequene vio salir al cacique rebelde de la fortaleza y lo reconoció al instante. Era Zipaquirachica, el hijo del anterior cacique de Zipaquirá, el descendiente directo de Bochica por parte de madre, el iniciador de la rebelión, el asesino de sus emisarios, el enemigo que tenía que vencer.

Nemequene sintió una mezcla de ira y admiración por el cacique rebelde. Ira por todo el daño que le había hecho y por toda la sangre que había derramado. Admiración por su audacia y su valor, por su resistencia y su desafío.

Nemequene decidió enfrentarse al cacique rebelde en un duelo personal. No quiso dejar que sus güechas lo mataran o lo capturaran. Quiso ser él quien le diera el golpe final, quien le quitara la vida y el honor.

Nemequene se armó con su mejor manta, su mejor collar, su mejor macana y su mejor lanza. Se dirigió hacia el campo de batalla, donde estaba el cacique rebelde con su desafío. Se abrió paso entre sus güechas, que le abrieron el paso con respeto y admiración. Llegó hasta el campo de batalla y se enfrentó al cacique rebelde.

Los dos zipas se miraron a los ojos y se reconocieron como rivales y como iguales. Ambos eran guerreros valientes y orgullosos, que habían luchado por lo que creían justo y legítimo. Ambos eran gobernantes poderosos e influyentes, que habían buscado expandir y consolidar sus dominios. Ambos eran descendientes directos de Bochica por parte de madre, que habían heredado su sangre real y su espíritu sagrado.

Los dos zipas se lanzaron al combate con furia y determinación. Se atacaron con sus macanas y sus lanzas, buscando herir o matar al otro. Se defendieron con sus mantas y sus collares, tratando de evitar o resistir el golpe del otro. Se movieron con agilidad y destreza, aprovechando las ventajas y evitando las desventajas del terreno. Se gritaron con insultos y desafíos, intentando intimidar o provocar al otro.

El duelo fue intenso y emocionante. Los güechas de ambos bandos observaron el duelo con expectación y silencio, sin intervenir ni interferir. Los dioses y los ancestros observaron el duelo con interés y curiosidad, sin favorecer ni perjudicar.

El duelo duró varios minutos, que parecieron horas. Los dos zipas se dieron varios golpes, que les causaron varias heridas. Los dos zipas se hicieron varias heridas, que les provocaron varios dolores. Los dos zipas se sintieron varios dolores, que les debilitaron varios músculos.

Pero ninguno de los dos zipas se rindió ni se detuvo. Ambos siguieron luchando con el mismo ímpetu y el mismo coraje. Ambos siguieron buscando la victoria y la gloria. Ambos siguieron demostrando su valor y su honor.

Hasta que al final, uno de los dos zipas logró dar el golpe decisivo. Fue Nemequene, el nuevo zipa de Bacatá, el gobernante supremo del zipazgo más poderoso del Altiplano Cundiboyacense. Nemequene logró clavar su lanza en el pecho del cacique rebelde, perforando su corazón y su pulmón. El cacique rebelde cayó al suelo, soltando su macana y su lanza. El cacique rebelde se quedó sin vida, sin aliento y sin sangre.

Nemequene había vencido a Zipaquirachica, el hijo del anterior cacique de Zipaquirá, el descendiente directo de Bochica por parte de madre, el iniciador de la rebelión, el asesino de sus emisarios, el enemigo que tenía que vencer.

Nemequene se acercó al cadáver del cacique rebelde y le quitó la corona de plumas, el bastón de mando, la manta de algodón y el collar de esmeraldas. Eran los símbolos de su autoridad, su poder, su riqueza y su prestigio. Eran los trofeos de su victoria, su triunfo, su conquista y su gloria.

Nemequene alzó los trofeos en alto y gritó con fuerza:

- ¡Soy Nemequene, el zipa de Bacatá! ¡He derrotado a Zipaquirachica, el cacique de Zipaquirá! ¡He acabado con esta rebelión! ¡Soy el verdadero zipa de Bacatá!

La multitud estalló en aplausos y vítores. Los güechas celebraron la victoria de su zipa con alegría y orgullo. Los rebeldes lamentaron la derrota de su cacique con tristeza y vergüenza. Los dioses y los ancestros reconocieron el mérito de Nemequene con respeto y admiración.

Nemequene había vencido a los rebeldes en una batalla entre Chía y Cajicá. Nemequene había vencido al cacique rebelde en un duelo personal. Nemequene había acabado con la rebelión que amenazaba la paz y la unidad del zipazgo. Nemequene había consolidado su poder como el nuevo zipa de Bacatá.

Nemequene regresó triunfante a Bacatá a consolidar el   código legal que regula el orden social, político y militar del zipazgo. 

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