☕️ Capitulo 2: La alianza
El asedio duró varios días. Nemequene y su ejército rodearon la fortaleza de Zipaquirá, impidiendo la entrada y la salida de nadie. Los rebeldes se quedaron atrapados dentro de los muros, sin poder recibir refuerzos ni provisiones. Nemequene les ofreció la rendición, prometiéndoles el perdón y la clemencia si reconocían su autoridad y le juraban fidelidad. Pero los rebeldes se negaron a rendirse, confiando en que sus aliados de Guatavita y Ubaté vendrían en su ayuda o en que el zaque de Tunja aprovecharía la situación para atacar al zipa por la espalda.
Pero ninguna de esas cosas ocurrió. Los aliados de los rebeldes no se atrevieron a salir de sus territorios, temiendo la reacción del zipa. El zaque de Tunja estaba ocupado en sus propios asuntos, sin prestar mucha atención a lo que pasaba en el zipazgo. Nemequene y su ejército no tuvieron que enfrentar a ningún otro enemigo, solo a los rebeldes de Zipaquirá.
La situación dentro de la fortaleza se fue deteriorando con el paso del tiempo. Los rebeldes empezaron a sufrir hambre, sed y enfermedades. El agua y la comida se escaseaban y se contaminaban. La basura y los cadáveres se acumulaban y atraían a las moscas y las ratas. El olor y el ruido eran insoportables. La moral y la disciplina se desplomaban. Algunos rebeldes intentaron escapar o desertar, pero fueron capturados o muertos por los güechas. Otros rebeldes se rebelaron contra el cacique rebelde, acusándolo de haberlos llevado al desastre. Hubo peleas y motines entre los propios rebeldes.
El cacique rebelde se llamaba Zipaquirachica y era el hijo del anterior cacique de Zipaquirá, quien había muerto de viejo poco antes de la coronación de Nemequene. Zipaquirachica era un hombre joven y orgulloso, que se creía superior a los demás por su linaje real. Era descendiente directo de Bochica por parte de madre, lo que le daba un gran prestigio entre el pueblo muisca. Zipaquirachica no aceptaba a Nemequene como el nuevo zipa, pues lo consideraba un bastardo sin sangre real por parte de madre. Zipaquirachica creía que él era el legítimo heredero del trono de Bacatá y que tenía el derecho y el deber de reclamarlo.
Zipaquirachica había convencido a los caciques de Guatavita y Ubaté para que se unieran a su causa y formaran una alianza contra Nemequene. El cacique de Guatavita se llamaba Guatavitaqueba y era el hijo del anterior cacique de Guatavita, quien había muerto ahogado en el lago sagrado donde se realizaba la ceremonia del dorado. Guatavitaqueba era un hombre rico y poderoso, que tenía muchas minas de oro y esmeraldas, que le daban recursos para financiar la guerra. Era el guardián del lago sagrado, donde se arrojaban ofrendas de oro y esmeraldas al dios sol cada año. Era el encargado de elegir al nuevo zipa entre los candidatos que se presentaban al ritual del dorado, donde debían bañarse en oro y navegar por el lago en una balsa adornada con plumas y joyas.
Guatavitaqueba había apoyado a Zipaquirachica porque también lo consideraba como el legítimo heredero del trono de Bacatá por su linaje real. Además, tenía una rivalidad personal con Nemequene, pues lo culpaba de haberle arrebatado el amor de una mujer que ambos deseaban. La mujer se llamaba Guecha y era la hija del cacique de Cajicá, uno de los aliados del zipa. Era una mujer hermosa e inteligente, que había cautivado el corazón de Nemequene y de Guatavitaqueba. Pero ella había elegido a Nemequene, pues lo prefería por su valor y su carisma. Guatavitaqueba se había sentido humillado y ofendido por el rechazo de Quinchaqueba y por el triunfo de Nemequene. Por eso, se había unido a Zipaquirachica para vengarse de él.
El cacique de Ubaté se llamaba Ubatéchica y era el hijo del anterior cacique de Ubaté, quien había muerto envenenado por un rival político. Ubatéchica era un hombre débil y vulnerable, que tenía poca autoridad y prestigio entre su pueblo. Su territorio estaba rodeado por los territorios de los aliados del zipa y no tenía salida al río Magdalena. No tenía muchos recursos ni población, solo algunas tierras de cultivo y algunos rebaños de ovejas. Era el más débil y el más dependiente de los tres rebeldes.
Ubatéchica había apoyado a Zipaquirachica porque no tenía otra opción. Sabía que si se quedaba solo, sería el primero en caer ante el zipa. Además, tenía el rencor del pueblo muisca, que lo acusaba de haber traicionado a Bochica cuando lo expulsó del valle sagrado donde fundó el zipazgo. Según la leyenda, Bochica había llegado al altiplano desde el oriente, guiado por una estrella. Allí había encontrado a los muiscas viviendo en la barbarie y la miseria, sin leyes ni dioses. Bochica les había enseñado las artes y las ciencias, les había dado las leyes y los ritos, les había mostrado los dioses y los ancestros. Bochica había fundado el zipazgo en el valle de Ubaté, donde había construido un templo y un palacio. Pero su esposa Huitaca, que era una mujer malvada y caprichosa, se había opuesto a su obra y había corrompido al pueblo con sus vicios y sus engaños. Bochica se había enfadado con ella y la había castigado, convirtiéndola en una lechuza. Pero Huitaca se había vengado de él y había provocado una gran inundación que cubrió todo el valle de Ubaté. Bochica había salvado al pueblo muisca de la inundación y lo había llevado a otro valle más alto y más seguro, donde fundó el nuevo zipazgo de Bacatá. Allí nombró al primer zipa entre sus discípulos y le dio la corona de plumas, el bastón de mando, la manta de algodón y el collar de esmeraldas. Luego se despidió del pueblo muisca y se fue al oriente, siguiendo la estrella.
Los muiscas consideraban a Bochica como su padre y su maestro, como el fundador y el protector del zipazgo. Lo veneraban como un dios y le rendían culto en sus templos y en sus fiestas. Los muiscas también consideraban a Ubaté como el lugar sagrado donde nació el zipazgo, como la cuna y la tumba de Bochica. Lo respetaban como un santuario y le hacían peregrinaciones y ofrendas. Pero los muiscas también consideraban al cacique de Ubaté como el traidor que expulsó a Bochica del valle sagrado, como el culpable de la inundación que arrasó el primer zipazgo. Lo despreciaban como un enemigo y le guardaban rencor.
Estos eran los tres caciques rebeldes que se habían aliado contra Nemequene: Zipaquirachica, Guatavitaqueba y Ubatéchica. Ellos eran los responsables de la rebelión que amenazaba la paz y la unidad del zipazgo. Ellos eran los enemigos que Nemequene tenía que vencer para consolidar su poder.
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