☕️ capitulo 3 La fuga


Adrien y Juliette esperaron a que cayera la noche para escapar del palacio del conde de Montmorency. Adrien había preparado una bolsa con algunas pertenencias, y había conseguido un caballo y un carruaje para el viaje. Juliette había escrito una carta al conde, en la que le explicaba su decisión y le pedía perdón. La había dejado sobre la mesa del salón, junto al retrato que Adrien le había hecho.

Los dos amantes se encontraron en el jardín, y se subieron al carruaje. Adrien tomó las riendas y azotó al caballo, que salió a toda velocidad por la puerta trasera del palacio. Nadie los vio salir, ni siquiera los guardias, que estaban distraídos por el frío y el sueño.

- ¿A dónde vamos? -le preguntó Juliette a Adrien.

- A donde quieras, mi amor -respondió él-. Podemos ir a cualquier parte. A otra ciudad, a otro país, a otro continente.

- Me gustaría ir a Italia -dijo ella-. He oído que es un lugar hermoso, lleno de arte y de historia. Y también de libertad.

- Pues a Italia iremos, Juliette. Allí podremos empezar una nueva vida. Una vida juntos.

Adrien y Juliette se besaron, y se abrazaron con fuerza. Se sentían felices y esperanzados, sin saber que el conde de Montmorency ya se había enterado de su fuga.

El conde había vuelto al palacio poco después de que ellos se marcharan. Al entrar en el salón, vio la carta y el retrato sobre la mesa. La reconoció como la letra de Juliette, y la leyó con furia. No podía creer lo que estaba leyendo. Su prometida lo había abandonado por un pintor. Un pintor que era su enemigo.

El conde recordó entonces la carta que había encontrado en el escritorio del duque de Valois, el padre de Juliette, cuando murió. Era una carta dirigida a sus hijos, en la que les revelaba un secreto que habia guardado durante años.


El conde sintió una mezcla de asco y de satisfacción. Asco por la relación entre los dos jóvenes. Y satisfacción por tener en sus manos la prueba de su deshonra.

El conde decidió usar la carta para vengarse de ellos. Les haría pagar por su traición y por su ofensa. Les haría sufrir como él había sufrido.

El conde llamó a sus hombres y les ordenó que prepararan sus caballos y sus armas. Les dijo que sabía dónde habían ido los fugitivos, y que los iban a seguir y a capturar.

- Vamos -dijo el conde-. No podemos perder ni un minuto. Tenemos que alcanzarlos antes de que crucen la frontera.

El conde y sus hombres salieron del palacio, dispuestos a dar caza a los amantes.

La persecución había comenzado.

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